EL PAPILOMA ADYACENTE O LAS CRÓNICAS DE CÓMO
SOBREVIVIR A UNA ANESTESISTA ECUATORIANA EN EL CLÍNICO UNIVERSITARIO
No voy a cansaros con los preámbulos de esta
historia que comenzó allá por Febrero, más que nada porque no es conveniente en
ningún caso remover oscuros presagios y recuerdos ingratos. Algunos los
conocéis de todos modos, puesto que lo habéis vivido conmigo y compartido
minuto a minuto. Atrás quedan esos sinsabores que se apoderaron de mí al recibir de mala manera una noticia,
después de todo no tan nefasta, pero qué duda cabe que sí fue una noticia un
tanto mal encajada al principio. Pues eso digo, atrás dejaremos esos malos
ratos que al fin y al cabo estuvieron ahí con el sentido de hacerme comprender
cuán importante y valiosa es la amistad. Este es el primer punto positivo o la
primera enseñanza que recibí y asimilé de un ser tan ínfimo y pequeño que
parecería del todo imposible que algo así fuese capaz de remover todo un organismo
y poner en guardia mi subconsciente hasta el punto de aprender a ver algo más
allá de lo que todos los días creo ver. Ya,ya, ya….lo sé, un poco enrevesado
todo esto. Sí, lo admito. Mi vena dramática estaba en todo su apogeo en aquel
momento, pero siempre he creído (ahora estoy segura), que cada cosa que ocurre
en tu vida tiene un fin. No un final, si no un fin, un destino al que hay que
escuchar atentamente para poder seguir el camino de esto que a ratos se llama
vida. Pues bien, a los que me tuvisteis que soportar en aquellos momentitos, os
dedico esta historia que sólo pretende por mi parte, ser un desahogo después de
tanta falta de aire.
PRIMERA FASE: VENCER LA BUROCARACIA
Aquellos que han pasado por situaciones
similares seguro me entenderán. ¿Qué pasa con la Seguridad Social? De verdad;
¡tan difícil es organizarse! ¡Organización, señores, organización! Pongámonos
en situación….a saber: patio naranja (muy acertado el nombrecito) no lo digo
por lo del color, obviamente naranja, si no por lo de patio. ¿Qué es un patio?
Dejando atrás a su romántico predecesor el “atrium” romano, o los maravillosos
vergeles en lo que lo convirtieron los andalusíes, el patio hoy por hoy no es
ni más ni menos que un sitio de encuentro común entre familiares, amigos o
vecinos. De este encuentro en esta zona común sale de todo…rencillas, peleas,
amores, historias y sobre todo jaleo, muuuuuuuuuuuuucho jaleo. Pues eso.
¡Pasen, pasen un día cualquiera por ahí y lo comprenderán! Un patio cuadrado,
naranja rebosante de personas humanas que van de un lado a otro, protestando,
empujando, criticando, cotilleando……y todo para qué? Pues para hacerse con unos
números. ¡No, no, no! ¡De lotería nada de nada! El número es más gracioso que
todo eso…..El de sacarte sangre, el de placas de tórax o el del tubo que te
meten por la boca y te sacan por la oreja. Hay otro que te meten por otro
hueco, pero ese es mejor dejarlo. Bueno, vale…. ¡bienvenidos al patio de las
“colas”!. Cola para que te digan cuándo tienes que volver a hacer más colas. Y
luego las colas del número de extracciones y las de la placa de no sé qué y la
sala del electro. El caos es fenomenal. Y ahí nadie te explica nada. O sea, que
al principio te ahogas, te ahogas muchísimo. Es una asfixia que te invade por
segundos. Te asfixia el de al lado porque el pobre huele a sudor. Algo normal
después de que se haya recorrido el susodicho patio de puerta en puerta (hay
como 60) para encontrar la que le corresponde, que es en la que está pero que cuando estuvo
primero alguien le dijo que no era esa y entonces se tuvo que ir poniendo de
cola en cola para ir descubriendo poco a poco que no daba ni una y que la
correcta era la primera. “¿y porqué no me quedé aquí?” se pregunta
desconcertado, ojeroso y casi en sollozos. (BUROCRACIA 1- PACIENTE 0) Te
asfixia también la señora de atrás. Sí, esa que ya lleva 3 ocasiones en la
misma tesitura porque estos de la SS son unos ineptos (¡Vaya descubrimiento!)
Si, la primera vez que se hizo las pruebas se las perdieron; ya ves tú qué mala
suerte. Así que a repetirlas. La segunda que se las hizo llegó hasta la sala de
operaciones pero el cirujano se negó a operarla porque tenía un resfriado de
caballo. “¡Así cómo va venir usted a operarse, por Dios! ¡Qué me va usted a
pegar la gripe, señora! Y además, lo suyo es de oído. Perforación de tímpano.
¡Cómo voy yo a intervenirla con semejante trancazo! Es que los pacientes, no
tienen consideración.” O sea, que ahora es tu tercer intento.
Yo ya estoy de los nervios. Además la cola no
avanza y llevamos en ella casi una hora. Y me quedan tres pruebas que hacerme.
En ese tiempo me veía como el señor del sudor, corriendo de un lado para otro
sin sentido ni orientación y luego me veía en la sala de operaciones y el
médico negándose a intervenirme porque estaba resfriada, y aunque lo mío no
tuviera que ver con ningún órgano del sistema respiratorio, no vaya a ser que
de un estornudo en el momento inapropiado le dejara la matriz pegada a la
mascarilla. ¡Se me está yendo la olla! Una pesadilla, oiga. Una pesadilla. Y si
esto es sólo para obtener número ¡Qué me esperará el gran día! Siento que el
ahogo me sube por la garganta y se va apoderando de mi razón hasta el punto de
sentir unos deseos irrefrenables de ponerme a chillar como una posesa y salir
de allí corriendo hasta perderme en el horizonte. Cuando casi llego al punto de
desesperación total y estoy al borde de explotar……tachán!!!! Llego a la mesa de
la burócrata. Me da tropecientos papeles, que firme aquí para el consentimiento
de la intervención, que firme allí para declarar que conozco los riesgos de la
anestesia, que firme el otro lado para …¿què es esto? ¡Hay que susto! Creí que
estaba firmando un papel para una funeraria o algo así. No, esto no hay que
firmarlo. Son las pruebas que me tengo que hacer por escrito. El corazón se me
va a salir, de verdad. (BUROCRACIA 2 – PACIENTE 0). Intento tranquilizarme
porque todavía queda mañana para rato. Cuando me levanto de la silla de la
buena samaritana burocrática (o burrocrática diría yo) miro la cola que había
dejado tras de mí. Bueno, le da
por lo menos dos vueltas al patio naranja. Aunque mirándolo mejor no es eso es que la cola para la mesa
donde te dicen por donde queda la otra cola, pues se une con varias colas más.
Y en plan “vista de pájaro panorámica” lo que ves es una maraña de gente que
forma el cuerpo de una gran y monstruosa serpiente de la cual no sabes donde
tiene la cabeza y donde termina el cuerpo. A ver…… ¡porque lo mío es un
papiloma que si no se iba a operar su tía Rita! Es que de verdad yo creo que
después de pasar por la primera mesa lo que menos miedo te da es la operación.
Bueno, respiro tres veces
profundamente y me dirijo a la maraña número uno. 20 minutos de espera para
conseguir el número para la sala de extracciones (me da miedo preguntar qué van
a extraerme, porque en el impreso pone solo extracciones y es que te pueden
extraer hasta el cerebro, oiga….) Bien ya tengo el número…..Uy, pues sólo tengo
por delante unas 90 personas de ná…..Bueno, esto se pone interesante por
momentos. Pasamos de la asfixia del principio a una especie de resignación y
entrega como si de una víctima de un sacrificio sagrado se tratase. (BUROCRACIA
3-PACIENTE 0) Bien, toca esperar lo menos más de media hora o así. Y miro que
en mi mano aún quedan dos impresos más. Uno para la radiografía y otro para el
electrocardiograma (siempre y cuando mi corazón siga ahí a la hora que me vaya
a tocar la pruebecita). Me quedo unos instantes paralizada intentando asimilar
y estudiar mi situación. Lo mejor sería salir e irme a una clínica privada,
digo yo. Al menos ahí hay musiquita celestial y plantas verdes y recién regadas
y uniformes fashion….Pero me llevan metido 3 goles casi, así que saco mi vena
luchadora y me pongo a utilizar el cerebro, que dicho sea de paso llevaba el
pobre un poco atrofiado ante tanta jauría humano-desesperada que se reúne en el
patio naranja de marras. Ahora empiezo a controlar algo el tema, a ver; tengo
que pasar por las tres pruebas sí o sí…así que hagámoslo de una forma
inteligente. Me quedan como 45 minutos hasta que me extraigan lo que sea pero
lo mismo puedo adelantar tiempo si me voy ya a rayos. Vale, a eso voy. La chica
que está allí no me da muchas esperanzas de que tarden poco en atenderme pero
aún así entrego mi segunda tanda de papeles y la cosa queda en una posible
BUROCRACIA 4-PACIENTE 0 pero aún no está nada decidido. Voy corriendo hacia la
otra consulta, la del electro. Bueno, eso sí que es una feria. Allí ni cola ni
nada. Allí hay una auténtica marabunta de gente pegándose pisotones e
intentando ser los primeros en entrar y cada vez que la enfermera se acerca
intentan arañarla, comérsela, pegarle zarpazos….lo que sea para ser los
primeros. Ni siquiera consigo acercarme un poquito. Los miro aterrada (es que
da miedo, de verdad) y vuelvo sobre mis pasos. Voy a concentrarme en sólo dos
pruebas y la tercera ya veremos si la hago hoy o mañana. Vale, me paso al menos
20 minutos en tensión mirando el contador de números de la sala de extracciones
y escuchando los nombres de los pacientes que van pasando para placas. ¡Con
esta suerte mía seguro que me llaman para la placa justo cuando me falta un
número para lo otro! ¡Uf! ¡Qué tensión por Dios! Yo creo que el papiloma estará
ya medio diluido y no lo encuentran ni con lupa, pero a cambio voy a tener un
cuadro de estrés postpationaranja que no lo soluciona ni el mejor psiquiatra
del mundo. Y de pronto algo cambia……..ESCUCHO MI NOMBRE PARA PLACAS DE
TORAX….No puede ser. Miro el contador de números y aún faltan al menos 10 para
mi turno de extracciones. ¡Me dará tiempo! Casi me pongo a dar saltos de
alegría y besar a todo el mundo allí, pero me contengo. Hay que mantener el
tipo y seguir con cara de “soy una víctima de la burocracia de sanidad” Y con
el aspecto de alguien desesperado como todo el resto de los que se agolpan
allí, entro y en menos de 5 minutos¡lista! Afuera y a sólo 9 números de mi
turno.Esta vez no se ha cumplido el presagio de Burocracia 4-paciente 0 es más
bien un chulísimo BUROCRACIA 3-PACIENTE 1 Bueno, 9….8….7….6….5……4….3…..2…..1 y
Allá voyyyyyyyyyyy . Y ¡ay! Un
pinchazo y a sacarme sangre….Bueno, listo lo de la extracción,
jejeje….BUROCRACIA 3-PACIENTE 2 Y en fin me queda una, sólo una y nada más que
es las una de la tarde; desde las 8, oiga y sin desayunar y con 200 litros
menos de sangre en el cuerpo. Prácticamente me arrastro hacia la puerta de la jauría
donde me espera la batalla final. “Aquí me las van a dar todas” –pienso. Y me
voy acercando a la puerta del electro. Donde hacía un rato había al menos 25
almas gritando, pataleando, berreando y destrozando a jirones la bata de la
enfermera….y ¡OH, sorpresa! No hay nadie, no queda nadie. ¡Claro! Seguro que
llego tarde, que ya han cerrado esta parte y tengo que volver mañana. Y me
acerco, avanzo despacio y cabizbaja y en ese momento, justo a la puerta de la
consulta sale una señora de azul y me ve los papeles en la mano, sin mediar
palabra me los coge y me pasa a la consulta. ¡Bien, bien, bien……! Me llena el
cuerpo de chupones por todos lados, pecho, cara, manos, pies Y yo feliz, feliz de
la vida con aspecto de calamar gigante tumbada en aquella camilla donde
supuestamente controlarán el ritmo de mi corazón. ¿No debería hacerse esta
prueba la primera para no llegar a ella con taquicardia? Salgo 10 minutos
después. ¡uaa, uaaa! Oleadas de bravos
y aplausos. Salgo de allí por la puerta grande. ¡Victoria! BUROCRACIA
3-PACIENTE 3 Un empate después de tantas dificultades es todo un triunfo.
FASE SEGUNDA: 641
PARTE 1- “EL ENFERMERO
DIABÓLICO”
No, no es una clave que haya que desvelar tras
varias pruebas estilo código da vinci. No, ese es el número de mi habitación
del Hospital. Si, ya estamos aquí. Después de vencer la prueba burocrática, al
patio naranja y a la posterior consulta con el anestesista (esa persona tan
aburrida que te duermes de sólo mirarla) hemos subido de nivel. ¡Ya lo creo! Ahora estoy en la
recepción completamente mentalizada de por lo que tengo que pasar y esperando
me asignen mi habitación. No tengo prisa, ninguna prisa. Por una vez que me
gustaría ser la última de la fila, la que llega tarde, la de “ya no son horas y
esto está cerrado. ¡Váyase a casa!” Pues nada, ni un alma delante de mí, toda
la recepción para mí y encima parece que me esperan con impaciencia porque no
he tenido que entregar ni la tarjeta sanitaria. No me da tiempo ni a decir
“buenas tardes” cuando ya tengo los papeles del ingreso en mis manos con todos
mis datos rellenados, números de todas mis tarjetas habidas y por haber y mi
destino final: HAB ITACIÓN 641, sexta planta. “¡qué curioso!”-me digo.”Esto me
recuerda al sinfín de circuitos
que llevo a mis espaldas. Claro, con una marcada diferencia. Aquí no
tengo posibilidad de vender opcionales.” Me resigno y subo a la sexta. Allí, en
el puesto de enfermeras un grupo de ellas me reciben sonrientes y de buen
rollito.”Claro, claro….aquí tenéis otro cuerpecito para las prácticas.” A ver,
¡optimismo! ¡Positividad!-me digo a mí misma mientras miro de reojillo la
puerta de la habitación que me han asignado. La del desconchón grande en la
puerta, la única que tiene un desconchón. Bueno, pero esto no significa para
nada un mal presagio. No, no, no y no…..Todo va a ir muy bien.
Entro en la sala y me encuentro mi
cama. ¡Qué graciosos éstos de la SS! Han puesto un cartelito donde se lee
“QUIROFANO-AYUNAS” acompañada ambas hermosas palabras con una representación
gráfica para la parte de “quirófano”. Dos cirujanos de mirada sonriente con sus
batas y en ademán de estar descuartizando a alguien. Un enfermero me acompaña y me hace entrega de lo más temido
para mí. ¡Yo, la Reina del fashionismo; de Zara, de Mango de las tiendas de
moda de los zapatos de taconazo……me veo humillada a rebajar mi listón vistiendo
una bata celeste con lunarcitos rojos!
Como siempre soy positiva pienso en la parte ídem de la vestimenta…… ¡No
hay parte positiva! Pero si lo de la batita me pareció humillante lo que vino
después se llevó el premio. Nada más tomar primer contacto con aquél bonachón enfermero me vi tumbada de lado sobre la cama, con el culo al
aire y nada dispuesta a recibir una vejación-protocolaria…..llamada enema. Sí,
sí reíros…..pero yo ya lo sabía, lo tenía claro desde hacía tiempo. ¡CHICAS!
¡CONFIRMADO! ¡LOS HOMBRES ESTÁN EN ESTE MUNDO SÓLO Y ÚNICAMENTE PARA DARNOS POR
CULO!
PARTE 2-
“ELEFANTITOS ROSAS”
Al día siguiente me visitó una amiga. ¿te acuerdas? Llegó por la mañana
y yo estaba con aspecto algo ido porque lo primero que me dijo es que tenía
cara de aburrimiento. Ya te digo. Salimos a dar unas vueltas por el pasillo y
charlar de cosas sin demasiada importancia para que yo no pensara demasiado en
lo que me esperaba ese día. Pero sinceramente no estaba yo como muy preocupada.
No. Lo peor es que tenía el día entero para esperar porque me llevaban a
quirófano por la tarde y desde las 12 de la noche del día anterior tenía
terminantemente prohibido probar bocado. ¡Menuda perspectiva la mía! Charlamos
durante unas horas, nos sentamos en el pasillo común, nos pusimos de pie,
volvimos a pasear…..Lo que pasa es que de pronto yo veía elefantitos rosas, sí
muchos elefantitos rosas. Puede que tuviese algo que ver la pastilla que me
dieron antes para eso de “tranquilizarme antes de ir a quirófano”. ¡Yo quiero
otra de esas! Por cierto, ….. ¿tú también viste aquel niño recién nacido
vestido con bermuditas de lana , jersey y camiseta todo a rayas de distintos
colores , y que su madre enseñaba orgullosa desde la puerta de la habitación?
Si no es así es que pasé de ver elefantitos
rosas a monos de Gibraltar disfrazados de Bob Marley. Insisto…. ¡quiero otra de
esas pastillas!
FASE 3- HOSPITAL CENTRAL
La hora de la verdad iba a ser la última de la
tarde, que no sabía yo muy bien a qué hora sería eso. Lo que me preocupaba en
esos momentos era no pillar al cirujano cansado. Siempre me he hecho una
pregunta al respecto. ¿Hay estadísticas de cómo salen las operaciones según a
qué hora las realice el profesional de turno y las horas que lleve afilando bisturís
y cortando carne humana? Bueno, es que no puedo evitar en estos momentos
sentirme como el futuro coche que se va a montar el lunes después de la juerga
del fin de semana de los operarios.
La
641 la del desconchón en la puerta estaba ocupada por los visitantes de mi
compañera de suite y su recién nacido vástago: Miguelito. Un angelito de niño
con unos pulmones que pa qué. Como me daría cuenta esa misma noche en que no
dejó dormir a nadie de la planta.
Bueno, a lo que íbamos. Mis elefantitos rosas
se tornaron ya algo más grisáceos y preferí pasar el tiempo leyendo una revista
de esas de moda más que nada para compensar la falta de glamour de mi bata de
lunares que me había puesto esa misma mañana. Los lunares ya no eran rojos eran
azulitos. De todas formas mirase por donde lo mirase no tenía solución. Así que
me concentré en la lectura mientras esperaba a que llegase mi familia….Y de
pronto, como en una película de cine mudo, todo se aceleró.
Por la puerta entró una enfermera muy seria,
estilo Rotenmeyer que me dijo aquello de “Trinidad, ¡vámonos!”
“A ver, ¿ya? ¿No se suponía que me operaban
más tarde, a última hora o así?”
Por respuesta una mirada penetrante. “No la
cabrees” –pensé para mis adentros- “ A ver si al cansancio del cirujano lo
cambiamos por la mala lecha de la enfermera”
Bien, pues una llamadita rápida a mi
gente…..”¡qué ya me voy al matadero!”
y…….¡alehop! me monto cual rápida gacela en la cama. Supuse en ese momento
que la escena no sería de lo más elegante pero me salió así.
Ya acomodada en la cama en posición totalmente
horizontal me vi como en las pelis o las series esas de hospitales. La luz del
techo va pasando con rapidez y mirando por encima de mis pies la cara de
Rotenmeyer, muy seria y concentrada mientras me conduce sin chocar con nada,
hacia el ascensor que me bajará a los confines del inframundo. Otra cuestión
trascendental….. ¿las enfermeras y celadores tienen un permiso de conducir
especial? Yo no me veo capaz de dirigir con tanta destreza una cama de
hospital.
Entramos en el ascensor y las puertas se
cierran. Unos segundos después se abren y algo muy diferente a lo que yo me
esperaba empieza a ocurrir. En cuanto salimos del ascensor me veo la cara de
una señora embatada en azul, con gorro de quirófano y máscara atada al cuello
pero sin tapar la boca “¡qué lástima ¡” con claros rasgos centro-americanos que
me mira fijamente y dice…..-“¡La estábamos esperando! Viene usted recomendada,
¿sabe? Porque estaba usted la última y la han pasado la segunda. Parece que
tiene usted un enchufe aquí dentro, porque la han recomendado expresamente” Me
quedo un poco en estado de shock. ¿Será efecto de la pastilla de elefantes
rosas? Parece ser que no porque cuando concentro mi vista en la Rotenmeyer que
dirige la cama la veo con cara de circunstancias y diciendo entre dientes:” ¡Nada,
que no se calla!”
Comprendí entonces que el ambiente estaba un
poco cargado. Que les había sentado como un tiro el cambio de orden. Aunque
juro que yo no lo pedí, que yo hubiera preferido no pasar por esto, eh? De
verdad que no. Pero la buena mujer no paraba y mientras tanto pasé por un
segundo pasillo que enfilamos con paso rápido (la Rotenmeyer que yo me dejaba
llevar nada más) y ella erre que erre con el tema del enchufe y la
recomendación. Entre tanta verborrea me percato de que paso junto a unas
personas y un señor con cara de british me dice adiós con la mano. ¡Qué fuerte!
¿Un cliente de un charaván tal vez? Uy creo que la pastilla esa es más fuerte
de lo que yo pensaba.
La cama se detiene en una especie de antesala
al quirófano y la susodicha embatada en azul y cabreada persona sigue con su
rollo.
“¿Es usted argentina?”-me pregunta.
Me quedo algo descolocada y respondo sabiendo
que no lo pregunta por mi acento, precisamente “¿Por qué lo pregunta?”
“Nada, nada. Es que como el médico que la ha
recomendado es argentino…….”
“Pues ya me podría haber recomendado unas
vacaciones en Patagonia, digo yo”
Me mira con cara de pocos amigos; la verdad es
que nunca me miró de otra forma. Entonces me envalentono y tomo el control del
asunto….”Usted tampoco parece ser de Campanillas, precisamente. “¿De qué parte
viene usted?”
“Eso, Rosa”-ahí me entero del nombre de la
florecita-“Dile de donde eres” –la anima otra de las enfermeras. Noto cierto
rintintín. Pero la tal Rosa no contesta. Ella en vez de eso me dice muy seria.
“Bueno, ahora la pasaremos dentro y la
pincharé para que no sienta nada.Soy la anestesista.”
¡Glub! Me estoy encarando con la anestesista.
No me conviene. Cambio de táctica y me pongo en plan agradable como
interesándome por ella ; algo que no la conmovió en absoluto.
“Así que es usted anestesista. ¿No me pondrá
la general?”
“Pues no…”-respuesta rotunda, sí señor-“Le voy
a dar un pinchazo, ya que viene usted tan recomendada”
¡Y dale, jolines! Que yo no quiero estar ahí,
a ver si se entera todo el mundo de una vez. ¿Qué tipo de recomendación es
esta? A mí que me recomienden un spa, un buen restaurante, un sitio de copas,
un hotel de lujo, un destino exótico…..pero un quirófano con la Rosa esta, no.
Entre tanto la Rotenmeyer que me coge la mano
y me empieza a dar una paliza. Me pega varios palmadas y yo la miro como si
fuera Heidi buscando venganza. Ella me explica.
“Es para buscarle la vena. Le voy a poner una
vía”
“¡Vale! Pensaba que la paliza era el
contrapunto a la recomendación.” No le hizo gracia el comentario porque a mí me
dolió el pinchazo.
“¡Pero si esto no duele! El tubito de plástico
está dentro y esto ya no puede doler”
“Pues duele.”-la miro con mala hostia. ¡Vamos
hombre! No es la primera vía que me ponen, además me he visto todos los
capítulos de Hospital Central…….Lo pensé, pero no se lo dije.
En eso que se asoma el cirujano al que no le
pude distinguir muy bien la cara pero el hombre sonreía amablemente.
“El doctor ……. la ha recomendado muy bien, no
se preocupe.”
Pero bueno, a ver cuando dejamos el temita.
“¿Está nerviosa?”- me dice la enfermera de la
vía, la de la paliza en la mano.
NOOOOOOOOOOOOO…….son ustedes únicos para mantener
la tranquilidad del paciente. Pensé para mí pero le dije, para que ella se
sintiera como que había hecho muy bien su trabajo:”Hasta hace un rato no pero
ahora un poquito sí”-hija de……como no voy a estar nerviosa con todo el lío que
me estáis montando por Dios, bueno más que nerviosa estoy cabreada.
Entra Rosa en escena otra vez y se sienta en
la camilla al lado de la mía.
“Todavía no le has dicho a la señora de donde
eres”-le dice la segunda enfermera pinchándola.
“¿De dónde cree que soy?”-me pregunta ella
haciéndose la chulilla y no queriendo dar pistas.
“De Ecuador o por ahí”-le contesto yo sin
cortarme un pelo. La verdad es que esto se está pareciendo por segundos cada
vez más a Hospital Central. Tenemos el argentino, la ecuatoriana y la enfermera
de mala uva. Pero: ¿dónde está el médico cañón del piercing o el cachas de la
ambulancia?
Una enfermera me da un gorro de plástico verde
y me dice: “Póngaselo en la cabeza” – y se va.
¡No han tenido ya suficiente con despojarme de
mi glamour con esa bata ridícula que además me siguen humillando haciéndome
poner un tipo de gorro que no me sienta nada bien, que lo sé yo! ¡Qué ya me he
visto con los gorros de duchas de los hoteles, hombre! Vale, me lo pongo.
“¡Póngase esto en los pies!”-Rosa al ataque
otra vez entregándome dos piezas a modo de escarpines en el mismo insufrible
tono verde-quirófano que el gorrito. ¡qué detalle! ¡Todo a juego! Pero su frase
no se quedó ahí. Después del Póngase esto en los pies….añade ella como de mala
leche:-“Si es que puede….”
“¿Por qué no voy a poder?”
“No…..es que a veces hay gente gordita que no
se puede doblar”
¡Pero bueno! La vacaburra esta…. ¿No me está
llamando enchufada y gorda? ¡La mato, yo la mato! ¡Me arranco la vía ahora
mismo y me engancho al cuello de la ecuatoriana anestesista esta de pacotilla!
Intento controlarme y cuando le voy a contestar no tengo ni tiempo. Me empujan
dentro del quirófano y me hacen sentar sobre la mesa del mismo. Siento un leve
pinchazo en la espalda, Rosita la malhumorada me acaba de dejar ko. ¡No siento
las piernas! Me tumban en la mesa de operaciones y de pronto veo dos piernas
por alto y me doy cuenta que deben ser las mías, no por que las sienta sino
porque las veo como muy pegadas a mi tronco así que tienen que ser las mías,
digo yo si no, no se explica….Me da por reírme. Esta gente va a pensar que
estoy loca. Pero es que en ese momento parecía de esos muñecos de trapo, como
los júas que se queman en San Juan, con piernas sin control. Sinceramente es
una sensación muy rara. En fin, que Rosa no me ha dicho de donde es, me odia
por enchufada y el cirujano ya ha terminado….. ¿Ya ha terminado? ¿Tanto enfado
para eso? Me explica que todo bien, todo muy limpio que se lo diga yo a la
familia porque todo ha ido tan bien que él no tiene mucho que explicar……¿Qué
todo ha ido bien? Pues yo no lo veo así porque lo que he tenido que aguantar de
la Rosa…. ¡vaya tela!
“Adiós Rosa, yo también te quiero hija. Saludo
a los tropecientos ecuatorianos que comparten habitación en el minipiso que
compartís. Y ¡Viva Argentina!” Lo dicho, un episodio de Hospital Central en
toda regla pero con notas surrealistas.
En la sala de despertar todo es mucho más
blanco, luminoso, lleno de caras amables y sonrientes que cada 5 minutos te
dicen…..”¿Puedes ya mover las piernas? ¡Qué bien lo haces! Muy bien, si sigues
así te mandamos a planta enseguida.”
Otra pregunta sustancial: ¿porqué te tratan de
usted en quirófano y de tú en planta y en la salita de despertar, eh? Y por
último….Rosa, monina ya que tienes una inyección para dormirme las piernas ¿no
tienes otra para que se me despierten enseguida? Así se librarían de la
enchufada esta en un pispas.
El resto de la historia no tiene mayor
complicación. Subida a planta esta vez por una enfermera que no sabía que yo
era una recomendada porque hablaba conmigo en plan coleguilla. Mi familia
esperando y viendo que estaba yo muy espabilada .Mis amigos que vienen a verme,
otros que me llaman por teléfono…..Y a última hora de la noche…..El enfermero
diabólico.
“Mira colega….otro enema no, eso sí que no”
El se ríe y me dice mostrándome un bandejón
lleno de crema de verduras y pollo con patatas al horno. De postre un flan de
vainilla.
“Tú tienes que estar enchufada, eh? ¡Por que
vaya pedazo de cena que traigo!”
Sinceramente, porque estaba pegada a la vía
dichosa que si no a éste le pongo yo un enema para hipopótamos que se iba a
enterar.
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